jueves, 19 de julio de 2012

Cínicos de remate...

Cínicos de remate...

… por no decir otra cosa. Resulta muy difícil de creer, que entre las mentes gubernamentales y pensantes, no haya quien comprenda el concepto de elasticidad económica, o, como bien comenta con reiteración uno de mis compañeros, no pueda echar mano del menos común de  los sentidos: el sentido común. En épocas de bonanza hay quien eleva los precios de los artículos, con la esperanza de que el descenso en el volumen de sus ventas sea menor que el incremento de sus ingresos. Cualquier tendero experimentado sabe que si uno  sube los precios en épocas recesivas, conseguirá pronto que su negocio entre en depresión y el que no lo aprende perece antes de poder reaccionar.

El síndrome hoodiano del Rey Juan parece haberse adueñado de la europa más débil, conduciendo a la masa obrera a una condenada miseria que se antoja impuesta en pago por lo años de bienestar pasados, y a la burguesía surgida de los mismos, a una cura de humildad que sabe más a veneno que a bálsamo.

No es por lo tanto de extrañar, que bajo estas premisas fermenten teorías más o menos argumentadas, más o menos sólidas, más o menos paranoicas sobre un complot para restablecer un orden que, según muchos, nunca debió perderse: la separación entre los pudientes y los que no lo son. La sempiterna lucha de clases en pleno siglo XXI, nos persigue más allá de una Europa cuyos extremos no hacen más que tocarse... las, los unos a los otros.

Se nos acusa con frecuencia mediante voces germánicas, de haber vivido por encima de nuestras posibilidades, de haber despilfarrado y dilapidado el dinero público. No seré yo quien diga lo contrario. Pero mientras a unos, por destruir prácticamente toda Europa, se les obligó a indemnizar con enormes sumas a los países beligerantes y victoriosos, durante un período de tiempo tan extenso, medio siglo, que les permitió ascender y convertirse en una gran potencia; a otros, por atreverse a soñar, los sangran con plazos de devolución de rescate que sólo se pueden cumplir arruinando a la masa obrera, esclavizando a países, y robando los años más productivos de los jóvenes más brillantes de la Europa greco-latina.

Si esto no es cinismo, que baje Oscar Wilde y lo diga.

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